¿Qué tiene el aire libre que parece abrirse en bienvenida a la presencia de Dios? ¿Por qué tantos de nosotros sentimos ese llamado a los espacios abiertos para estar con Dios? Como nos enseña la parashá de esta semana, Jayei Sará, hacemos eso de forma natural. La lectura comienza con la muerte de Sara y termina cuando Abraham parte de este mundo. La mayor parte del corazón del relato se enfoca en la búsqueda de una esposa apropiada para Isaac. Cuando Rebeca e Isaac están a punto de encontrarse, supuestamente con desconocimiento por parte de Isaac, la Torá nos dice simplemente: "Vayetze Itzjak lasuaj basadé lifnot arev"—"Una tarde había salido Isaac de paseo por el campo" (Gén. 24:63). Curiosamente, Isaac acaba de regresar del Néguev y sale a pasear por el campo. ¿Qué hacía? ¿Qué pensaba? ¿Por qué sale Isaac al campo para comulgar con la naturaleza?
Quizás estaba reconociendo sus alrededores, quizás trataba de aclarar sus ideas, quizás sabía del plan de su padre para encontrarle una compañera en la vida y se preguntaba cómo sería ella. Rashi, el comentarista francés del siglo XI, entiende "lasuaj" como "plegaria". Los Rabinos del Talmud parecieran estar de acuerdo; Isaac sale al campo "lasiaj," para tener una conversación con Dios. Tan convencidos están de que no conversaba con un amigo o con un pariente, sino con Dios, que atribuyen a Isaac el servicio de oración de minjá (tarde) (Brajot 26b).
Ya sea que ofrezcamos nuestras oraciones a Dios como individuos o en comunidad cada tarde (o cualquier tarde), la mayoría de nosotros no salimos al campo, al menos no literalmente, para rezar. ¿Qué podemos aprender de la caminata al atardecer de Isaac, que pueda ayudar a inspirar nuestras vidas de oración hoy? Para algunos, minjá se celebra a media tarde, en medio del ajetreo de un día ocupado. Isaac nos recuerda que necesitamos dejar a un lado lo que estamos haciendo, y experimentar nuestros alrededores en una forma diferente. Tomarnos un tiempo para detenernos, observar y escuchar lo que nos rodea. En muchas comunidades, minjá se recita cuando la luz comienza a desaparecer, un momento de transición en el que necesitamos conectarnos con Dios, antes de la angustia que acompaña el fi nal mismo del día, cuando la oscuridad entra en nuestro mundo y tratamos de tranquilizar nuestras mentes, preparándonos para dormir. Isaac nos ofrece un modelo de voluntad para invitar a Dios a conversar con nosotros, cuando nuestra claridad comienza a desvanecerse. Él no tiene una liturgia programada; solo abre su corazón a lo que pueda venir.
Siempre he tenido esta visión de Isaac paseando por el campo, murmurando para sí mismo. Tal vez ésta sea una invitación para aquellos de nosotros que quisiéramos orar a media tarde; no quedarnos en nuestras ofi cinas por miedo a las muchas miradas extrañas que podríamos engendrar a nuestro alrededor. Sin embargo, la salida de Isaac al campo tiene algo especial. Rabí Ovadia ben Ya'acov S'forno (1470-1550), comentarista bíblico italiano, subrayó que Isaac se salió o desvió del camino, con el fi n de verter su plegaria a Dios. Como Isaac, necesitamos apartarnos de nuestra rutina normal para entrar en oración; necesitamos ir en busca de Dios. En el prefacio de su libro "La Sabiduría del Desierto: Experimentando el Poder Curativo de la Naturaleza",
Gerald May escribe:
El desierto no es solo un lugar; es también un estado de la vida. Si la alegría signifi ca estar alegre y la tristeza signifi ca estar triste, entonces el desierto signifi ca estar más libre. Búsquelo, y encontrará que el signifi cado primario de "salvaje" es "natural". A su vez, natural viene del latín nasci, que signifi ca nacer. Palabras como natal, navidad y nativo vienen de la misma raíz, todas relativas al nacimiento. Desierto, entonces, no es solo la naturaleza que usted encuentra al aire libre. También puede referirse a su propia Naturaleza verdadera; el Usted que está más cerca de su nacimiento. El desierto íntimo es la verdad no domesticada de quien usted realmente es. (p. xix-xx)
Quizás era esto lo que Isaac trataba de enseñarnos, conforme lo aprendió para sí mismo. El callado y pensativo Isaac sale al campo a meditar, a descargar su corazón, a estar entre los pastos, a acercarse a su alma. Rav Najman de Bratslav, bisnieto del Ba'al Shem Tov, enseña: "Tan a menudo como puedas, has un paseo a los campos para rezar. Todas las hierbas se te unirán. Entrarán en tus oraciones y te darán fuerza para cantar alabanzas a Dios" (Lekutei Moharan, II:1:1, Agudat Jaside Breslov, 1968). Si la bendición de la naturaleza nos puede brindar fuerza, así, también, puede nuestra habilidad para honrar a quienes somos en nuestra alma. Es nuestra alma la que traemos a la oración, al apartar nuestras computadoras, nuestros teléfonos celulares y nuestros I-pad´s por unos pocos momentos, para imaginarnos a nosotros mismos en un campo, literal o fi gurativamente, serpenteando "fuera del sendero", dejando a un lado nuestra necesidad de controlar lo que nos rodea y nuestra forma de respuesta a esto, y solo abriendo la conversación –sin guión alguno, sin notas – disfrutando de la oportunidad de acercarnos a nosotros mismos en compañía de Dios.
Que tengamos todos la sabiduría lasiaj basadé (para meditar en el campo), revelando nuestra esencia y respirando profundamente el milagro de la vida. |