Entre los ritos de protección de los niños tuvo una enorme importancia a lo largo de toda la Edad Media, y aún en los tiempos modernos, la ceremonia de “las fadas” o estrenas (vijola en el área lingüística catalana) que, pese a estar muy extendida entre los judíos, no era una práctica exclusivamente judía.
Se supone que el término “fadas” procede de la palabra “fatum”; del latín “destino”, palabra a la que se le confieren además otros significados: auspiciar, predestinar, pronosticar y vaticinar .En algunas comunidades sefaradíes, esta ceremonia toma también los nombres de “Siete kandelas”, Zeved HaBat.
Hay algunas referencias que pueden darnos una cierta idea de lo que eran las “hadas/fadas” en Sefarad, cuando vivían allí los judíos. Esta celebración era para niños y niñas y estaba basada en la creencia que había seres sobrenaturales que podían dañar a las criaturas y para los cuales “se debía colocar miel y dulces arriba de una mesa para que estén contentos y no causen daño”. En el período bíblico, los niños y niñas fueron nombrados en su mayoría en el mismo momento del nacimiento, varios pasajes de Génesis, el primer libro de la Torá, así lo declaran.
Entre los siglos I y VIII se trasladó el nombramiento al día del Brit Milá par los varones. Theodor Gaster sugiere que los judíos en ese momento tenían miedo que los demonios ataquen al bebé antes de la circuncisión, entonces, al igual que los cristianos pasaron a darle un nombre al recién nacido en la ceremonia de bautismo y, al igual que otros pueblos, comenzaron a ocultar el nombre los primeros días después del alumbramiento y hasta este momento.
Los judíos, fueron permeados por otras culturas en las que la magia era una práctica corriente y las supersticiones populares tampoco estuvieron ausentes y se introdujeron en las culturas judías de distintos lugares del mundo, no obstante su prohibición halájica, ya sea por influencia externa o creación propia..
¿Qué sucede entonces con las niñas? No hay ninguna fuente explícita de la época talmúdica que hable sobre este tema. Samuel Krauss, escribió en 1911, que supone que las niñas siguieron recibiendo su nombre en el nacimiento como en la época bíblica. A partir del siglo XVI, se habla de veinte diferentes costumbres en relación con el momento adecuado para nombrar a una niña.
El ritual que responde al uso italiano y sefaradí llamado en hebreo Zeved Habat se remonta al siglo XVII. El nombre de esta ceremonia se deriva de Bereshit 30:20 donde la matriarca Leah, después del nacimiento de Zevulun, dice “Elohim Zevedani oti zeved tov”, (“Dios me ha concedido un don (o regalo).” Así, el Zeved Habat se traduciría como “el regalo o don de tener una hija”.
Este rito estaba muy difundido y se practicaba no solo en la España sefaradita, sino que se llevaba a cabo en muchos países tales como Marruecos, Turquía, Esmirna, Irak, Alemania, Grecia, Roma, Tíbet, Nigeria. La profesora Liliana de Benveniste explica que la ceremonia no era igual en todos los países y regiones.
Posiblemente la transferencia de los nombres de los niños al brit (circuncisión) en el primer siglo fue debilitando el estado de la costumbre original de nombrar a las niñas al nacer. Este debilitamiento llevó a la creación de una gran variedad de costumbres y, la falta de una costumbre unificada para las niñas, seguramente fue disminuyendo la observación de esta práctica.
“Las Fadas” se trata de una celebración en ocasión del nacimiento de un nuevo miembro de la familia, que tenía lugar la séptima noche después del nacimiento de una niña, y la víspera de la circuncisión (que ha de realizarse al octavo día del nacimiento, si las condiciones de salud de la criatura lo permiten, sino posteriormente cuando el mohel o el médico lo indiquen) en el caso de los varones menos detallados de la misma, por ejemplo la escena inicial del famoso cuento “La bella durmiente” nacido de la tradición oral y publicado en las versiones de Charles Perrault de 1697 y la de los Hermanos Grimm de 1812, en la cual los reyes organizan un banquete para presentar a la princesita recién nacida e invitan a las hadas, 7 en una versión y 13 en otra, a darle sus dones.
Por describir un poco este ritual el recién nacido, vestido de blanco, era lavado con agua en un bacín o recipiente cóncavo en el que se vertían, además del agua, algunos granos de oro, plata, aljófar, trigo o cebada, al tiempo que se recitaban ciertas plegarias. Su finalidad consistía en ahuyentar el mal de ojo y los malos espíritus, y propiciar la buena suerte, la «buena estrella», para el recién nacido, además de asignarle un nombre, lo que no resulta extraño en un mundo que conocía unas elevadísimas tasas de mortalidad infantil; era, por tanto, uno más de los ritos de protección que acompañaban el nacimiento de niños hasta tiempos relativamente recientes.
En la mayoría de las comunidades judías esta celebración fue cayendo en el olvido, seguramente por no tener un sustento halájico.
La ceremonia moderna, con un formato más actual, curiosamente fue impulsada alrededor del año 1970 por los movimientos feministas. El sustento argumental para el retorno de la práctica es, cito: “La noción misma de dar la bienvenida a las hijas de una manera religiosamente significativa está enraizada en un concepto igualitario de lo que el judaísmo debe ser: diferente para las mujeres y los hombres, pero sin embargo igual”, escribe Debra Nussbaum Cohen periodista y escritora especializada.
Como la ceremonia de bienvenida a las niñas, “Las Fadas”, no es requerida por la Halajá, no hay tampoco una designación de fecha específica en que esta celebración debe ocurrir. Así es que la familia puede decidir cuándo llevarla a cabo. Sin embargo, hay algunas fechas significativas que las familias suelen elegir para esta práctica: cuando la niña tiene ocho días, estableciendo un paralelo con el Brit Milá, en el trigésimo día, equivalente a la fecha de y que marca la edad en la que se contaba un niño como parte del censo, o en Rosh Jodesh, un día de fiesta tradicionalmente relacionado con las mujeres.
“Un nombre, un presagio”, decían los antiguos, que sentían vivamente la subyugadora fuerza del nombre. Aún hoy continúa siendo significativo. Con la conciencia de que su imposición es el primer acto personalizador que recibirá en su vida el recién nacido, por lo tanto un acto trascendente. En el último siglo, los judíos ortodoxos y no ortodoxos, tanto como sefaradíes y askenazíes, han reavivado el interés en esta poca promovida ceremonia tradicional para recibir a las niñas, y por tanto se han desarrollado ceremonias innovadoras que deberemos documentar también, para próximos estudios.
Entonces, reformulada y a veces transformada, la ceremonia de “Las Fadas”, Zeved haBat para los sefaradíes o Simjat Bat para los askenazíes, ha cobrado un nuevo impulso dentro del ciclo de vida judío, ¿tal vez como una analogía con el Brit Milá en estos tiempos de tendencia igualitaria? Un interrogante para pensar. En definitiva una cálida bienvenida a la vida, a la comunidad y a las tradiciones judías.
Extracto de artículo de la Prof. Liliana Tchukran de Benveniste publicado en revista Sefarad (diciembre 2016).
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