La semana pasada leímos en Bereshit acerca de la creación del hombre y la mujer. Hay en este relato un versículo que llama poderosamente la atención: después de que Elohim “modela” a la mujer y la lleva ante Adán, este celebra la creación de ella, exclamando: “...esta vez es hueso de mis huesos y carne de mi carne. A esta se la llamará ishá (mujer) pues del ish (hombre) fue tomada esta” (Génesis 2: 23) ... esta vez...¿podemos entender entonces que hubo otra vez en la que la creación no fue así?...¿o que hubo otra mujer?...
Existen varios relatos que responden afirmativamente a esta pregunta: antes de Hava, Adam habría tenido otra pareja: Lilit, siendo creados ambos en un proceso simétrico y paralelo, que se narra en Génesis 1:27.
El relato más antiguo habría sido escrito en Babilonia entre los siglos VIII y X de la E.C. Según dicha historia, Adam tuvo una primera mujer, llamada Lilit, creada de arcilla roja conjuntamente con él. Dada esta simetría, Lilit exigió igualdad en el trato, incluso en el lecho conyugal. Las peleas comenzaron desde el primer momento. Adán le decía: “Tú eres quien debe yacer debajo” y Lilit le decía “Eres tú quien debe yacer debajo, pues somos iguales, ya que ambos fuimos creados de la tierra”. No se escuchaban entre sí y Lilit terminó por marcharse. HaShem envió tres ángeles en su busca, pero ella se negó a regresar, afirmando que su tarea era afligir con enfermedades fatales a los recién nacidos, hasta los ocho días en el caso de los varones y doce días más en el caso de las niñas. Los ángeles tan sólo lograron que se comprometiera a no poseer a los recién nacidos si veía que ellos (los ángeles) se encontraban cerca del bebé o el nombre angelical estaba escrito en amuletos.
Esta primera narración acerca de Lilit se expandirá, modificará, resignificará rápidamente. Entre las numerosas fuentes citadas por Daniel Colodenco en su artículo “Dos Evas para un Adán”, encontramos que hay referencias a Lilit (como una criatura salvaje o un sátiro) en Isaías 34:14. En el Midrash Bereshit Rabbá aparece desarrollada la idea de la creación de dos mujeres para Adam, el cual rechaza a la primera. En la literatura talmúdica el nombre Lilit aparece en varias ocasiones como un demonio femenino nocturno y se hacen recomendaciones para evitar que atrape a los hombres durante la noche. También en las historias jasídicas la presencia de Lilit es común.
Así, los roles de Lilit se amplían considerablemente: desde ser originariamente una mujer rebelde e igualitaria, pasa a ser, entre otras cosas, un demonio que estrangula niños, seduce a los hombres y roba el semen de sus poluciones nocturnas para embarazarse y dar a luz numerosos demonios, es la líder femenina de las huestes demoníacas, es la pareja del demonio Samael.
Así, la pareja Lilit-Samael pasa a ser el opuesto negativo de la pareja Hava-Adam. Esto generará una profusión de amuletos, encantamientos, exorcismos y rituales especiales, para protegerse de sus amenazas.
La figura de Lilit, así transformada y “enriquecida” con los atributos demoníacos, puede entenderse como un mito necesario para enfrentar las muertes y los sufrimientos inexplicables, particularmente, una respuesta a la mortandad neonatal tan común en las sociedades de la época (en especial a lo que modernamente conocemos como “síndrome de muerte súbita del lactante”).
Pero, también podríamos interpretar que subyace en este mito algo más profundo: una respuesta masculina frente a la aspiración de igualdad de la mujer. Desde esta mirada, se separan dos aspectos de la personalidad femenina: por una parte, los rasgos “positivos” para la mirada patriarcal se encarnarían en Hava, creada del costado (o de la costilla) de Adam, sometida a su autoridad y que se convierte en la fiel madre del género humano; por otra parte, los rasgos “negativos” se atribuirían a Lilit, quien, con sus demandas iniciales a Adam, parece reivindicar una sexualidad que no es solamente procreadora, sino también fuente de placer (¿esto se simboliza en el “asesinato de niños”?). Representaría así uno de los aspectos de lo femenino: la seducción, el deseo, el placer, un rol más activo en las relaciones, rasgos que aún hoy son considerados, por muchos, como impropios del rol de madre, de mujer fiel y devota.
Lilit sería un modelo negativo de mujer y Hava uno positivo.
Para combatir el indudable atractivo seductor de Lilit, la demonizamos, o al menos, la convertimos en la “otra”, esa que mantenemos siempre fuera del hogar, aquella con la que solo nos relacionamos con un oculto sentimiento pecaminoso. Dentro del hogar, en cambio, mantenemos la “pureza” de las relaciones con “nuestra” mujer, aquella que se comporta como Hava.
Así vistas las cosas, no es de extrañar que en la actualidad Lilit haya sido adoptada simbólicamente por varios movimientos feministas judíos.
Terminemos diciendo que los supuestos peligros que entraña Lilit, la demoníaca, sólo desaparecerán cuando estos dos aspectos de lo femenino sean aceptados como una sola y legítima forma de ser mujer.
|